Capítulo 1: El Descubrimiento de Lucía
En un rincón olvidado del mundo, oculto entre montañas neblinosas y bosques profundos, yacía el Valle de los Dragones, un lugar de leyendas y secretos. Lucía, una niña de cabello amarillo como el sol y ojos del color del cielo en un día despejado, había escuchado historias sobre este valle desde que era muy pequeña.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, Lucía encontró un sendero oculto. Con una mezcla de curiosidad y valentía, decidió seguirlo. El camino serpenteaba a través de árboles altos y antiguos, y flores silvestres que parecían guiarla. Finalmente, después de lo que parecieron horas, Lucía llegó a un claro, y lo que vio la dejó sin aliento.
Ante ella se extendía un valle vasto y verde, con cascadas cristalinas y lagos relucientes. Pero lo más sorprendente eran los dragones. Había dragones de todos los tamaños y colores, volando en el cielo, descansando en las cimas de las montañas, o jugueteando en los prados.
Lucía no podía creer lo que veía. Se había topado con el legendario Valle de los Dragones. Con el corazón latiendo de emoción, se adentró en el valle, sus ojos celestes brillando de asombro. No pasó mucho tiempo antes de que un pequeño dragón rojo con destellos amarillos se acercara a ella. Era más pequeño que los demás dragones y parecía tan curioso por Lucía como ella lo estaba por él.
«Te llamaré Dragonix», susurró Lucía, extendiendo su mano con cuidado. El dragón olisqueó su palma y luego, con un suave gruñido, apoyó su cabeza contra ella. Era un momento mágico, el comienzo de una amistad única.
Dragonix era un dragón joven y aún no muy fuerte. Lucía podía ver que necesitaba alguien que lo cuidara, alguien que lo ayudara a crecer y a aprender. Y ella estaba decidida a ser esa persona.
Así comenzó el viaje de Lucía y Dragonix en el Valle de los Dragones. Juntos aprenderían mucho el uno del otro, enfrentarían desafíos, y crecerían. Lucía sabía que este era solo el comienzo, pero estaba lista para cualquier aventura que les esperara.
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