Capítulo 1: El Descubrimiento de la Ciudad de los Dulces

En un pequeño pueblo, donde las casas lucían colores pastel y los jardines siempre estaban florecidos, vivía un niño llamado Javi. Con su pelo rosa y ojos celestes, Javi siempre se destacaba entre los demás niños. Era conocido por su curiosidad insaciable y su amor por las aventuras.

Una tarde, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Javi tropezó con algo inesperado: un sendero oculto detrás de un arbusto de moras. Movido por la curiosidad, decidió seguirlo. El camino estaba adornado con migas de galleta y pequeñas chispas de colores que brillaban bajo el sol.

Después de caminar un buen rato, Javi llegó a una colina desde donde pudo ver algo increíble: una ciudad hecha completamente de dulces. Las casas eran de galleta, las calles de caramelo, y los árboles parecían algodones de azúcar. Sin poder creer lo que veían sus ojos celestes, Javi corrió colina abajo hacia la ciudad.

Al entrar en la Ciudad de los Dulces, Javi fue recibido por un grupo de niños amigables. Ellos se llamaban Lila, Marco y Sara. Lila, con su cabello de turrón y ojos marrones, era la más valiente del grupo. Marco, alto y delgado con cabello de regaliz, era el más inteligente. Y Sara, con su cabello de caramelo y ojos verdes, era la más creativa.

Los nuevos amigos de Javi le mostraron la ciudad. Le enseñaron cómo todo en la ciudad podía ser comido, pero también le advirtieron sobre la importancia de la moderación. «Si comes demasiado rápido, puedes enfermarte», explicó Sara con una sonrisa.

Mientras exploraban, un problema surgió. Un grupo de villanos, conocidos como los Amargados, apareció en la plaza central. Los Amargados eran conocidos por su odio hacia los dulces y siempre intentaban arruinar la diversión de los demás.

Javi y sus nuevos amigos se enfrentaron a los Amargados, usando su ingenio y la dulzura de la ciudad como su defensa. Crearon un plan para distraer a los villanos con un desfile de caramelos, mientras Javi y Marco reparaban el daño que habían causado.

Al final del día, los Amargados fueron vencidos y la paz volvió a la Ciudad de los Dulces. Javi, cansado pero feliz, se sentó en un banco de chocolate junto a sus nuevos amigos. Había aprendido una valiosa lección sobre la amistad, el valor de la moderación y la importancia de enfrentarse a los problemas con valentía y astucia.

Con el atardecer teñido de colores pastel, Javi sabía que esta era solo la primera de muchas aventuras en la Ciudad de los Dulces.

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